Piezas
Real time with Bill Maher
La hormiga y el Listerine
Hallábame hace un par de noches en plena higiene bucal cuando al escupir el colutorio me di cuenta de que había arrastrado a una hormiga por el desagüe junto con el resto de baba azulada. Al principio, se me encogió el corazón. Pobrecita, pensé. No es que yo sea un adalid de la defensa de los animales, pero por lo general no me molestan ni los mato. O sea, mientras no me incordien, no les hago nada. Sólo cuando nuestros intereses entran en colisión, acabo con ellos. Vamos, soy un liberal al uso en lo concerniente a la convivencia con otros animales. No obstante, tras ese primer momento de pena inconsciente e irracional, pensé: ¡qué cojones, ha tenido una muerte épica! Las hormigas suelen morir por armamento químico en forma de insecticidas, por aplastamiento o, la gran mayoría, de puto agotamiento de tanto trabajar; así que “H”, como la llamaré en adelante, tuvo una muerte única, extraordinaria. No sé si las hormigas tienen más allá, pero si lo tienen el de admisiones debió flipar al escuchar el relato de su muerte.
Walter Benjamin - Gershom Scholem. Correspondencia (1933-1940)
Siempre me pareció algo desleal publicar la correspondencia entre dos personas, a menos que ambas lo acordasen, claro. Las cartas dirigidas a una persona, aunque también traten temas no personales, siempre contienen elementos más o menos privados, más o menos íntimos.
Gino Bartali, leyenda del ciclismo y héroe anónimo
¿Por qué ya nadie cuenta chistes?
Porque el humor ha sido copado por los “modernos”, tanto en su generación como en su consumo. Difícilmente alguien hoy día se define como humorista: “¡No, no! Yo soy cómico o actor cómico. Soy guionista y, ocasionalmente, monologuista. ¿Humorista? ¡Pooor favooor! Eso lo era Bigote Arrocet o el Dúo Sacapuntas. Yo practico el humor inteligente.” Y se queda más ancho que largo. Pero es que la mayoría de consumidores actuales de humor asentirían, con su babeante idolatría, semejante declaración del cómico anteriormente llamado humorista.
Searching for Sugar Man
Esta película documental nos muestra la asombrosa y maravillosa historia real de Rodríguez, un talentoso cantautor de los suburbios de Detroit con dos álbums publicados y olvidados (Cold fact y Coming from reality) a principios de los 70 en EEUU, que se convierte por uno de esos curiosos azares del destino en un fenómeno de masas en la Sudáfrica del apartheid y que, tras veinticinco años de misterio alrededor de su figura, un melómano y un periodista sudafricanos consiguen hallar su pista perdida.
Es tan absolutamente fascinante cómo la historia transita de una turbia y trágica leyenda a una sorprendente y conmovedora realidad, que cuesta creer que sea verdad. Es como un cuento de hadas truncado y recuperado veinticinco años después.
Además, las canciones compuestas por Rodríguez que acompañan la película son buenísimas. Sugar man, Street boy, I’ll slip away, Inner city blues...son algunos ejemplos de su sensibilidad musical, tintada de un evidente componente social inmanente a su condición de hijo de inmigrantes pobres en una ciudad muy hostil de los Grandes Lagos.
No se trata sólo de recomendar una película (o documental) o unas buenas canciones, no. Quiero recomendar también un ejemplo de dignidad humana, de humildad llena de talento, de cruda realidad, de honestidad contracorriente. Escuchar el testimonio de las tres orgullosas hijas es, sin duda alguna, lo más emocionante. Si alguien desea que algo inimaginable suceda que vaya a ver esta película documental. Siempre es reconfortante ver que algo imposible ocurra. Nos permite creer en la esperanza, tan esquiva y misteriosa como Rodríguez, a la que imagino tarareando la canción Sugar Man de vez en cuando.
La tapia
La hermenéutica de las despedidas
“Por sus obras les conoceréis”, predican Los Evangelios (Mateo 7. 16). Pues bien, yo sigo otra máxima un pelín menos canónica: “por sus despedidas les conoceréis”. La forma que usa una persona para despedirse de otras indica no sólo su educación, sino también su religiosidad.
Las flores de la guerra
Zhang Yimou nos regala una bella historia de sacrificio y entrega en medio de la devastación causada en la toma de Nankín por el ejército japonés a finales de 1937. Los 90 millones de dólares que costó realizar la película se gastan casi en su totalidad durante los primeros veinte minutos, donde la astucia y valentía de un soldado chino recuerdan mucho al Vassili Zaitsev de "Enemigo a las puertas". Las dos horas restantes son una cuenta atrás para conseguir salvar a unas estudiantes preadolescentes de un convento católico de ser entregadas a las tropas japonesas para su lúbrico solaz.
Hemos de recordar en este punto que los japoneses no se conformaban con disfrutar de prostitutas, sino que esclavizaban sexualmente a las mujeres como parte del botín de guerra fruto de sus conquistas militares. Corea puede dar fe de tan funestas costumbres.
Así pues, en la iglesia de Winchester de Nankín se refugian un grupo de jovencísimas estudiantes chinas acompañadas de un también imberbe monaguillo, un grupo de prostitutas del más famoso burdel de la ciudad y un americano alcohólico que ha acudido a maquillar al cura de la iglesia reventado por una bomba japonesa antes de ser enterrado. Este papel lo encarna Christian Bale de forma magistral, cuya ecléctica carrera ha alumbrado buenísimos papeles desde que saltara a la fama en "El imperio del sol".
Lo que sucede a partir de entonces es de una tensión insoportable y de una belleza sobrecogedora. Al principio, la dogmática candidez de las estudiantes choca frontalmente con la displicencia y grosería de las prostitutas. La dipsomanía del americano revela todas sus miserias y lo enfrenta al juicio implacable de unas y otras. Pero cuando todos toman conciencia de lo que va a suceder, sobre todo, los mayores (las alegres chicas y el americano), surge un sentimiento puro e inmanente que convierte a la película en una poesía cuyos versos enaltecen el espíritu humano: la generosidad absoluta encarnada en el sacrificio propio, el agradecimiento sordo y profundo que permanece indeleble en las almas de las que han sido salvadas por las que han ofrecido su carne al hierro candente de la bestialidad humana, el ímpetu primigenio de un padre que intenta salvar a su hija saltándose todos los dictados moralmente aceptables sólo porque no hay nada más moralmente aceptable que salvar a una hija, y el resplandor de un hombre fuera de tiempo y lugar que se niega a ser arrastrado por la corriente de la barbarie y mirar cómodamente hacia otro lado cuando se trata de los demás.
En definitiva, un analgésico ontológico potentísimo y esperanzador en estos tiempos que corren de miseria humana y cínico egoísmo.
La noche
El dinero en The New Yorker. La economía en viñetas
Extraordinaria recopilación de humor gráfico de la prestigiosa publicación norteamericana. Este libro nos deleita con una selección de las mejores viñetas relacionadas con temas económicos publicadas desde 1920 hasta 2009 en The New Yorker. Más allá de su punzante ingenio y de su interesante repaso a casi un siglo de Historia, con el dinero como hilo conductor, lo más atractivo del libro es la asombrosa atemporalidad de la mayoría de viñetas. La irresponsabilidad, la codicia, la envidia, la fatuidad, la vanidad, la avaricia, la deshonestidad...y demás miserias de la condición humana se materializan a través del dinero y, sobre todo, de la voluntad de atesorarlo, incrementarlo y exhibirlo indecentemente.
La recopilación está dividida en décadas, para cada una de las cuales he escogido una genial viñeta (entrecomillo el texto después de la descripción del dibujo):
Años 20: Cuatro chicas critican a poca distancia a un chico que fuma afectadamente en un exclusivo club de polo. "No tiene derecho a parecer tan tonto, ¡tampoco es tan rico!"
Años 30: Detrás de la mesa de un despacho un ejecutivo le dice a su secretaria: "Señorita Apgar, aquí decimos ’recesión’, no ’depresión’."
Años 40: Un directivo perfectamente trajeado le explica condescendiente a un empleado en mangas de camisa: "Mírelo de este modo, Simpson. Si usted pide un aumento de sueldo, le está pidiendo a nuestros accionistas que reduzcan su beneficio."
Años 50: En el comité de dirección de una empresa discuten acaloradamente siete directivos. "Resumiendo: no hemos tenido una huelga en diez años, así que les hemos estado pagando demasiado."
Años 60: En una agencia estatal de Tributos, un contribuyente pregunta a un funcionario: "¿Cómo hay que hacer para meter la pata tanto que el gobierno se conforme sólo con un porcentaje de lo defraudado?"
Años 70: Un empleado de una oficina bancaria le da un apretón de manos a un cliente a modo de despedida. "Es a las personas como usted, señor Evers, que viven constantemente por encima de sus posibilidades y no dejan de endeudarse, a las que nuestro sector les estará eternamente agradecido."
Años 80: Dos ricachones septuagenarios conversan plácidamente en la sala de un club social de alto copete, mientras beben y fuman. "Gracias a Dios, todos los cabezas de chorlito con un poco de pasta han vuelto a especular en el mercado."
Años 90: El responsable de RRHH de una empresa entrevista a un candidato. Ambos con sus mejores trajes. "Pasé siete años en una compañía de inversión de primer nivel y un año y medio en una institución penitenciaria de altos vuelos."
Primera década del siglo XXI: Una estupenda pareja de treintañeros está de pie en una fiesta, mientras otra estupenda pareja de la misma edad se les acerca. La mujer de la primera pareja le pregunta con total naturalidad a su marido: "Se me olvida siempre: ¿estos amigos son de esos ante los que fingimos ganar más de lo que ganamos, o menos?"
Y la guinda, la mejor de todas. Por su brillantez y porque sirve de síntesis de todas las demás: Durante la comida de una distinguida familia, el padre, de unos sesenta años y con una elegante pajarita medio escondida tras una ridícula servilleta prendida al cuello, sermonea al resto de la familia con un acerado aforismo: "El dinero es el boletín de notas de la vida." Sencillamente sublime.
Érase una vez otra vez o tal vez
El hombre espejo
Maus. Relato de un superviviente
La novela gráfica "Maus" de Art Spiegelmann es uno de los mejores testimonios del lager que he leído. No tiene absolutamente nada que envidiar a obras como las de Primo Levi, Viktor L. Frankl, Jean Améry o Imre Kertész. El autor, nacido en 1948, hijo de padres judíos polacos que padecieron todo el proceso de hostigamiento, persecución y exterminio de los nazis, narra, con el original formato para esta temática de un cómic, aquellos ignominiosos pasajes históricos a través de los recuerdos de su padre Vladek.
La historia está muy bien tejida porque no se centra únicamente en la vida en el gueto y en Auschwitz-Birkenau, sino que ahonda en los orígenes familiares de sus padres y en la historia de ambos. El dibujante sitúa la historia en tres planos temporales: los continuos flashbacks al pasado (década de los treinta y la guerra), las conversaciones con su padre a principios de los ochenta en las que éste le detalla todo lo vivido y sufrido, y la "actualidad" (finales de los ochenta), una vez el padre ya ha fallecido y el autor está finalizando los últimos capítulos del libro.
Además, hay un componente personal indisimulado en el libro, ya que intenta rendir tributo al padre, evocando sus duros años de juventud, en los que nos presenta a un hombre triunfador en los negocios, absolutamente enamorado de su mujer y con una sagacidad fuera de lo común para sobrevivir entre el infierno del holocausto; en comparación con el viejo gruñón, insoportable y con el que apenas conecta desde hace años. De otra parte, se suma a la historia la tragedia del suicidio de la madre cuando el autor tenía 20 años, hecho que ni el padre ni el hijo han conseguido superar, y la muerte de su hermano mayor, al que nunca conoció, con apenas cinco años durante la persecución nazi. Así pues, la sensibilidad y la emoción con la que cuenta el autor la vida de sus padres en esos terribles años es digna de admiración.
Hay un último punto, quizá el más efectista y bien hallado del libro, que pone la guinda a esta magnífica obra: el uso de animales como metáfora de los personajes. Porque presentar a los judíos como ratones perseguidos por los gatos alemanes, con la connivencia de los cerdos polacos, a los franceses como ranas, a los americanos como perros (obvios liberadores de los gatos alemanes) y a los suecos (donde huyen en 1946 antes de emigrar definitivamente a EEUU) como renos es extraordinariamente brillante.
Un libro muy recomendable, ganador del premio Pulitzer en 1992.
Oscilaciones
Tedio / Bostezo / Siesta / Lectura / Idea / Motivación / Interés / Satisfacción / Sorpresa / Repetición / Aburrimiento / Asco / Enfado / Ira / Vacío / Oscuridad / Tregua / Oportunidad / Ilusión / Erección / Pasión / Eyaculación / Nostalgia / Apatía / Temblor / Tristeza / Hundimiento / Recuerdo / Sonrisa / Imaginación / Sueño / Consecución / Duda / Culpa / Hiel / Excusa / Olvido / Conmiseración / Novedad / Ganas / Huella / Pensamiento / Alegría / Plenitud / Verbigracia / Imitación / Nadería / Extrañeza / Acaso / Oportunidad / Realidad / Fascinación / Éxtasis...y vuelta a empezar.
Holy motors o el indescifrable mensaje de algunos cineastas
La película Holy motors es una de las películas más extrañas que he visto. No es desagradable, ni aburrida, ni siquiera ostentosamente pedante; pero al acabar piensas: ¿qué cojones quería transmitir el director? Porque el mensaje oficial de Leos Carax, un mundo en el que las personas pierden el gusto por la acción e incluso las máquinas no se revelan evidentes, sino que todo parece pertenecer al mundo virtual imperante, es tan verosímil como que el filme es un alegato contra el acomodado burgués hastiado de la cotidianeidad o, simplemente, un ejercicio provocador de fatuidad cinematográfica.
Sales de la sala preguntándote: ¿me han tangado 115 minutos o he asistido a una propuesta diferente y sugerente? Evidentemente, no sé la respuesta. De hecho, creo que ninguno de los incautos espectadores la saben. En cualquier caso, me es indiferente. El problema radica en la caradura de este tipo de cineastas, que sustentan su fama en el equívoco, en una supuesta superioridad intelectual y en una hipersensibilidad desnortada e impostada inasible para el resto de mortales, que se arrodillan ante el supuesto genio en lugar de desenmascararlo.
Ahora bien, he de reconocer algún mérito al director francés, porque convencer a dos pibones como Eva Mendes y Kylie Minogue para que salgan en su película es de chapeau. ¡Olé tus huevos, Leos! ¿Cómo lo conseguiste? Imagino algo así:
Leos: Hola chicas (aunque para él son diosas, claro, como para el resto), tengo un papel para las dos en mi próxima película. La he escrito pensando en vosotras. Mientras escribía, tenía vuestra imagen en la cabeza y no podía dejar de miraros. No sé, la inspiración me venía sola y la historia fluía sin parar. Fue algo mágico, la verdad. Sin vosotras dos no tiene sentido rodar Holy motors.
Eva y Kylie, al unísono y con los ojos como platos: ¡¿Holy motors?!
Leos: Sí, bueno...es una peli que narra la belleza del gesto, intenta captar cómo un solo instante vale tanto como toda una vida. Ya sabéis, algo profundo y a la vez naif.
Eva: ¡Qué pasada! ¡Me encanta! ¿Cuándo empieza el rodaje?
Kylie: ¡Cool! ¡Cuenta conmigo, Leos! Estoy loca por actuar en tu peli.
(Las tías buenas del show business se pirrian por parecer alternativas participando en este tipo de proyectos rocambolescos)
Leos: Vaya, ¡genial, chicas!
Eva y Kylie: ¿Y cuál será nuestro papel?
Leos: Bueno...para ti, Eva, he pensado en un papel de modelo fría y distante que es raptada por una especie de Toulouse-Lautrec harapiento y tarado que te viste cual Virgen María afgana y se tumba desnudo y empalmado a tu lado.
Eva: ¡Guau! ¡Qué pasada! Es tan...tan...tan...raro.
Leos: Por cierto, no te preocupes por los diálogos, no tendrás que decir ni una palabra. Únicamente gimotear una especie de nana.
Kylie: Y para mí, ¿qué has pensado, Leos?
Leos: Tú, querida Kylie, canturrearás cinco minutos al lado del repugnante protagonista y, después, aparecerás espachurrada en el asfalto.
Kylie: ¡Increíble! ¡Qué fuerza tiene el personaje! ¡Es alucinante!
Leos: Pues nada, chicas, ya os llamarán de la productora para concretar los detalles. Gracias a las dos. ¡Mua, mua!
Leos pensando para sí mismo nada más despedirse: Joooder, joooder. Han dicho que sí. ¡Menudas dos gilipollas! Ya tengo película, ya tengo película. A ver quién es el productor que dice que no a estas dos. ¡Vivaaa!
En fin, hay películas que difícilimente pueden explicarse. Holy motors es una de ellas. Aunque a lo mejor no todo ha de tener una explicación...
Máquina de vending
Un padrenuestro escéptico
Sí, lo sé. La idea no es mía, es de Benedetti. Aunque a mí se me hubiese ocurrido igualmente.
Padre Nuestro que no estás en la tierra
ni en muchos de los que la transitamos
ni en los que dicen creerte.
Tampoco te esperamos, la verdad.
Quédate en tu cielito lindo,
rodeado de las lisonjas de los ángeles y los arcángeles.
Olvidado sea tu nombre
como las súplicas que te reclaman invocándolo.
¿Cómo puedes no contestar nunca?
Tan omnipotente, tan bueno...tan silencioso.
Mantente dentro de los límites de tu reino,
porque cada vez que los cruzas...¡ay!
cada vez que cruza esa cancela uno de tus santurrones,
se ciernen sobre nosotros negros nubarrones.
Hágase mi voluntad ahora y siempre.
Y la de todos los que me rodean.
Ya nos pelearemos por ver cuál se impone.
No te preocupes. No nos salves.
De panes, peces y otros milagros,
mejor no hablamos.
Del trigo y del milagroso molino
haré mi pan.
Con mis manos, mi ingenio y mi paciencia.
Perdona mis fundadas dudas,
pero es que jamás has intentado despejármelas;
así como yo perdoné hace mucho tiempo tu olvido conmigo.
Por supuesto, déjame caer en la tentación.
Sin ella, no existen la virtud ni el pecado.
Ocultando su belleza tras sugerentes vestidos
o mostrando su ardiente desnudez. Da igual.
Quiero caerme abrazado a ésa y a todas las tentaciones.
Y no te pido que me libres de cualquier mal
porque a lo mejor me alejas de un bien.
Amén.