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lasnochesdeMcNulty

Interludio y travesura

 

Tumbado retando al techo con absurdas contiendas,
traqueteando ideas en el tren,
en el dulce balanceo de la hamaca,
durante el largo bostezo de una reunión,
en uno de esos paseos sin trazo firme,
cada vez que escucho a éste o a aquél…
Siempre me ausento. Me voy, ¡chau!
 
Viajo a la nada, con todo y con todos.
El pilotito rojo se apaga.
Ya no transmito. Se acabaron las preguntas.
Las respuestas escapan aliviadas.
Las mentiras vuelven a sus trincheras y se envainan las verdades.
Sosiego. Las voces no me competen.
Sólo escucho el silencio: el gospel del alma.
 
Dejo escapar a los pensamientos.
A todos. A los malos y a los otros, los aburridos.
Amordazo a la imaginación,
que siempre anticipa sueños luego imposibles
haciendo añicos un montón de ilusiones.
Miro sin tocar, escucho sin ver y palpo sin atender.
 
De repente, la vuelta acontece.
Inesperada, indeseada, innecesaria.
Por la percusión del impertinente,
por el viento del imbécil o por la cuerda del taimado.
La música vuelve a sonar y todos bailan.
Yo no sé bailar como ellos y me miran.
Me miran con esos ojos muertos, sin brillo, sin sorpresa.
Arranco sus ojos y observo a través de sus oscuras cuencas
sus secretos, sus angustias, sus deseos.
Les vuelvo a situar los ojos en sus cavidades,
pero intercambiados.
Siguen mirándome con insoportable languidez,
mas ahora bizquean.

 

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