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lasnochesdeMcNulty

Amor inanimado

Amor inanimado

Los seres inanimados de aspecto humano llevan por lo común una vida poco animada, como cabe esperar de un ser inanimado, obviamente. Por eso las maniquíes sienten verdadera pasión por los crash test dummies. Envidian la vida loca de estos: sus carreras, sus viajes, sus golpes. Ellas los consideran una especie de cowboys de la automoción y los desean como perras en celo. Se imaginan la forma arrebatadora en la que ellos las abordarían: alunizando sobre sus escaparates y golpeándolas apasionadamente; cómo las despojarían de sus ropas con esos vigorosos brazos articulados curtidos en mil accidentes y cómo, tras una noche loca, apoyarían sus cabezas con pegatinas en sus turgentes pechos de plástico como si de un esponjoso airbag se tratase.

Por su parte, los crash test dummies se vuelven locos por las maniquíes. Por su escalofriante quietud, por su belleza lánguida y perfecta, por sus pezones desafiantes siempre saludando. Cada día sueñan con dejar la fábrica al finalizar su turno y acudir al centro comercial, que es como un gran barrio rojo para ellos, a admirar a las bellas maniquíes e imaginar que alguna de ellas cobra vida por un instante y les guiña un ojo. 

Los maniquíes machos (bueno, todo lo machos que pueden ser estos seres inanimados sin paquete) se mueren, contrariamente al resto de seres inanimados, por mujeres de carne y hueso. Darían lo que fuera por poder piropear a los pibones que se quedan mirando los escaparates donde ellos posan orgullosos e, incluso, matarían por poder obsequiar a esas mujeres con una cimbreante y cortés erección a modo de saludo-declaración.

A pesar de sus ardientes deseos, la mayor parte de seres inanimados de aspecto humano únicamente establecen relaciones platónicas, debido a la incapacidad para expresar y mostrar sus sentimientos y, por qué no decirlo, a su escasa movilidad. Los más prácticos (y menos exigentes) acaban enamorándose de alguno de los maniquíes con los que comparten escaparate. De este modo, al menos pueden compartir largas horas juntos y vivir la excitación del cambio de temporada en el que se renueva la colección de ropa y pueden, por fin, verse desnudos. 

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