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lasnochesdeMcNulty

Misantropía y funciones matemáticas

No hay mejor manera de representar la misantropía que mediante una función matemática: en el eje de abscisas el tiempo, en el eje de ordenadas el interés que despierta una persona.

Por lo general, la función resultante coincide con el eje de abscisas; esto es, interés cero desde el minuto cero. La mayor parte de gente pertenece al grupo de los de “divertigrama” plano: personas anodinas, sin absolutamente nada que contar, tullidos intelectuales. Gente, en definitiva, prescindible. Muertos vivientes.

Un pequeño grupo, los chisposos, muestran un aparente interés en un principio, pero pronto decaen hasta hundirse en el tedio de la mayoría. Estos trazan una parábola cóncava: inicialmente crecen de forma rápida hasta llegar en seguida a su punto álgido para, entonces, languidecer inexorablemente. Cada una de estas burbujas refresca momentáneamente, pero no quita la sed.

Sólo aquellas funciones que presentan una línea creciente constante esconden a personas de verdadero valor. Gente que poco a poco revela todo su encanto e interés. Pero, claro, son benditas excepciones en el páramo imperante. Son gráficas de trazo grueso, que avanzan entre los fulgores de sus colores brillantes de forma arrolladora, quemando papel o pantalla a su paso.

Resulta significativo comparar unas gráficas con otras para identificar el tipo de misantropía. La gráfica del misántropo común vive aislada del resto de gráficas. Apenas se producen cortes entre ellas y, mientras el resto de funciones aparecen abigarradas superponiéndose unas a otras, la del misántropo común navega en soledad, ya que sus intereses difieren por completo de los del resto.

Todo lo contrario sucede con la función del misántropo hedonista. La gráfica de éste no está sola, sino acompañada de unas cuantas más que definen prácticamente la misma trayectoria. Son las de sus epígonos, una legión de aduladores ridículos, igual de misántropos que su adorado maestro, pero sin su talento.

La situación ideal se produce cuando dos gráficas trazan sendas funciones crecientes y se entrelazan en innumerables ocasiones, serpenteando hacia el infinito, tejiendo una trenza de intereses comunes en la que unas veces uno y otras veces el otro lleva la voz cantante. Esta relación perfecta retroalimenta a ambas funciones, provocando una sinergia exponencial que no desemboca en una indeterminación (infinito dividido por infinito) por la condición finita del tiempo. Son las llamadas “funciones simbióticas”, amigas inseparables. 

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