Blogia
lasnochesdeMcNulty

El rugby, mucho más que un deporte

El rugby, mucho más que un deporte

Aprovechando que el mundial de rugby está en plena disputa en Nueva Zelanda – el próximo fin de semana se jugarán los partidos de cuartos de final – me apetece alabar las maravillas de este deporte, del que, advierto, soy un profano. No sigo las competiciones de clubes. En cuanto a los torneos de selecciones, hace años que veo algún enfrentamiento del 6 Naciones (antes 5 Naciones), si se da la circunstancia, y poco más. Aunque dentro de ese poco más, cabe, obviamente, el Mundial. El primero que seguí fue el de Australia 2003, donde Johnny Wilkinson se convirtió en una celebridad logrando el título para Inglaterra en el hemisferio sur. Una heroicidad deportiva increíble, ya que derrotar a los australianos en la final en su país, ante su gente, es sencillamente un sueño inalcanzable. Después seguí el de Francia 2007 con verdadero entusiasmo, deleitándome con la asombrosa actuación de Argentina, que acabó tercera. Y, por último, el que se está celebrando ahora en Nueva Zelanda.

La belleza de este deporte no tiene comparación posible con ningún otro. Los valores que transmite tampoco. Me emociono viendo a esos hombres pelear sin cuartel, hasta la extenuación, por sus compañeros, por su equipo y por su país. Son modernos gladiadores enfundados en camisetas que les van a explotar, con las orejas deformadas de los enganchones de las melés, las caras hinchadas del esfuerzo y los golpes, la sangre brotando a borbotones de los choques con rodillas y cabezas, y el sudor envolviendo por completo sus cuerpos llevados al límite. Todo este escenario de aparente (y no tan aparente) violencia queda, no obstante, amortiguado por la elegancia, la caballerosidad, la deportividad de estos rudos jugadores. Evidentemente, hay jugadores más sucios que otros, pero hay una barrera que nunca se traspasa. Parece haber un acuerdo tácito por el cual el uso de la violencia queda perfectamente enmarcado y nunca va más allá. Además, el respeto por el rival y los árbitros es casi reverencial. No hay trifulcas, ni tanganas. Acaba el partido y se felicita al rival, al que se respeta y admira como si fuese uno mismo. Tampoco hay protestas a los árbitros, como mucho se habla con ellos, con respeto, con calma, sin aspavientos, sin groserías. ¡Cuánto deberían aprender los futbolistas de este deporte! Esa famosa frase de que “el fútbol es un deporte de caballeros jugado por rufianes y el rugby un deporte de rufianes jugado por caballeros” cobra mayor vigencia que nunca viendo cualquier partido de este mundial de rugby y comparándolo con cualquier partido de fútbol. 

El juego en sí es igualmente excitante y divertido. Las normas han favorecido recientemente el juego de carrera, mucho más espectacular que el de contacto y melé. No obstante, una mezcla de ambos es también apasionante. Tan bonito es ver a un ataque intentar perforar la defensa rival como presenciar la infatigable defensa haciéndose impenetrable, repeliendo todos los envites atacantes. Los cambios de juego y de posesión son constantes. Hay un dinamismo apasionante durante todo el partido. Realmente, la exigencia física es brutal en este deporte.

Y por encima de todo ello están los valores que transmite el rugby. En el mundial de 2003, conforme avanzaba el torneo, crecía la figura de Johnny Wilkinson. Mandaba a sus compañeros, los ordenaba, dirigía los ataques, pateaba a palos cuando convenía, alargaba o acortaba las jugadas según las necesidades de cada momento, lideraba al equipo con maestría. Pero todo ello desde la contención, el respeto, la humildad. Inglaterra, como he dicho, acabó ganando ese mundial y Wilkinson se convirtió en héroe nacional. Nada de eso ha cambiado su forma de jugar. Sigue siendo el primero en defender. No se arredra cuando una mole de casi dos metros y ciento veinte kilos viene lanzada con el balón oval. Aprieta los dientes, tensa los músculos de su cuerpo, mucho menor que el que viene en carrera, y lo placa con determinación. Es admirable, hasta conmovedor, ver al “pequeño” Wilkinson detener a una bestia de la naturaleza. ¿Por qué lo hace? Porque ha de hacerlo. Porque la línea defensiva no puede romperse, porque sabe que varios compañeros suyos se lanzarán sobre el rival como animales para ayudarle a derribarlo, porque el compromiso con el equipo es total. Porque es una cuestión de honor. El equipo está por encima de todo y nadie puede echarse atrás. Todos ganan juntos y todos pierden juntos. Un maravilloso ejemplo de compañerismo, valor, honestidad y orgullo. Sólo el rugby permite ver y admirar todos estos valores.

Otro increíble ejemplo de la fuerza del equipo en este admirable deporte: la actuación de Argentina en el Mundial de Francia 2007. Los Pumas, como se conoce a la selección argentina, se presentó en Francia con apenas tres años de profesionalismo en su país y una selección plagada de jugadores que se ganaban la vida en equipos extranjeros. Su capitán era Agustín Pichot (en la foto), un loco del rugby. En el partido inaugural se impusieron a Francia, la anfitriona. Partido tras partido, batalla tras batalla, avanzaron hasta los cuartos de final, donde eliminaron a la todopoderosa Nueva Zelanda. En semifinales cayeron ante la futura campeona, Sudáfrica, pero en la final de consolación derrotaron de nuevo a Francia en su estadio, obteniendo la tercera plaza final. Seguí la mayoría de sus partidos con una emoción tremenda, “torciendo” por ellos. Me convertí en un fan absoluto de los Pumas. Especialmente fascinante resultaba la figura de Agustín Pichot. Era el capitán. Los cojones, el capitán. ¡Era el capitán general! Reunía a los suyos antes y después de cada partido: un círculo en pleno campo de juego, él en medio arengando a sus compañeros, animándoles, exigiéndoles, motivándoles. ¡Alucinante! Era el puto amo. Se pasaba todo el partido hablando con sus compañeros. Con lo agotador que resulta este juego, este animal competitivo conseguía jugar, placar, correr, retener, empujar y no cesar ni un segundo de alentar, animar, aconsejar, guiar y espolear hacia la victoria a sus compañeros de equipo. Tengo una imagen preciosa grabada en la memoria: en el partido por el tercer puesto, jugado como he dicho ante la anfitriona Francia, Pichot consigue un ensayo que cierra definitivamente la victoria, se levanta del suelo brazos en alto extasiado por la hazaña lograda, mientras una jauría de compañeros de equipo se lanza sobre él para abrazarle y compartir el mayor éxito de sus vidas deportivas todos juntos, abrazados, sudados, magullados, felices. Una foto que resume lo que representa este deporte tan especial. Ojalá otros muchos ámbitos de la vida tomaran ejemplo del rugby y lo que representa.

Para quienes puedan estar interesados en descubrir la emoción e intensidad de un buen partido de rugby, Canal + está emitiendo todos los partidos del mundial de Nueva Zelanda 2011. El próximo fin de semana, a primera hora de la mañana del sábado y del domingo, ofrece los partidos de cuartos de final en directo. Serán un auténtico espectáculo. Por una parte del cuadro las cuatro potencias del hemisferio sur: Sudáfrica, Australia, Nueva Zelanda y Argentina. Y por la otra parte el norte, representado por Inglaterra, Francia, Irlanda y Gales.

0 comentarios