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lasnochesdeMcNulty

La rebelión de las sombras (XI)

Hoy han desfilado las sombras en diferentes ciudades. Han entrado por el este en agrupaciones de 8 x 16 sombras y han salido por el oeste. Siempre con esa disposición, siempre llevando esa dirección este-oeste, caminando por grandes avenidas, en completo silencio, sin nadie a la cabeza, todas iguales, todas extáticas.

Cuando la cabeza del desfile abandonaba la ciudad, aún seguían entrando sombras por el este. Impresionante demostración de organización. Inquietante muestra de su fuerza numérica. Y helador recuerdo de la estética fascista.

Este acto vanidoso y prepotente de las sombras ha sido entendido como una advertencia, una demostración de poder y, sobre todo, como un aviso de que muy pronto pasará algo más. Más o menos hostil, más o menos sorprendente, más o menos peligroso; pero, seguro, inminente.

La facilidad con la que han desfilado, la absoluta ausencia de resistencia de los cuerpos con sombra, que se abrían entre temerosos y admirados al paso de los regimientos inacabables de sombras, y, sobre todo, la resignación y el silencio a su paso revelan claramente el grado de postración de los cuerpos con sombra. Se reconocen inferiores, asustados, a merced de la voluntad de las sombras.

El desconcierto y la desorganización es cada vez mayor debido al elevado número de huídas de sombras de sus cuerpos, que inmediatamente son internados. Puestos claves sin nadie que los ocupe, conocimientos que se pierden para siempre, desabastecimientos en muchas poblaciones, inseguridad creciente. La anarquía se impone en algunos lugares, primer paso antes del caos absoluto. La sensación de eventualidad se extiende como una mancha de aceite. Se empiezan a notar evidentes síntomas de parálisis social. ¿Qué hacemos? ¿Quién lo acomete? ¿Cuándo? ¿Cómo? Demasiadas preguntas perentorias sin respuesta o, aún peor, con respuestas divergentes.

Las grandes urbes son las que peores consecuencias están sufriendo. El caos aflora antes y, lo que es peor, se propaga con asombrosa facilidad y fiereza. ¿Cómo un determinado orden social ganado día a día a lo largo de tantos años se puede desmoronar tan fácilmente? ¿Cómo es posible que largometrajes como “Mad Max” o “Los hijos de los hombres” hayan pasado de ser películas de ciencia-ficción a películas hiperrealistas? ¿Cómo, cómo, cómo…? nos repetimos una y otra vez con la mirada perdida, los brazos caídos y la boca seca.

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