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Teología de la liberación

Teología de la liberación

Surgió en Latinoamérica a finales de los años 60 del siglo pasado como respuesta a los desequilibrios sociales, políticos y económicos existentes en la mayoría de países de Sudamérica y Centroamérica. 

Lo fascinante de esta teología es su contemporaneidad. Siempre se ha criticado a la Iglesia católica por su anacronismo y lejanía de la realidad. Pues bien, la teología de la liberación es la respuesta pastoral al momento y lugar históricos en que surgió. 

Tras el aperturismo del Concilio Vaticano II y, sobre todo, con la proliferación de dictaduras militares en muchos países latinoamericanos que ahondaban en las inveteradas desigualdades sociales y económicas, algunos sacerdotes empezaron a tomar partido por los desfavorecidos, por los sin tierra, por los pobres, no sólo desde una vertiente evangélica, sino también desde una perspectiva social y política. Enseguida se les acusó de hacer política, peor aún, de seguir una doctrina marxista. Si bien muchos de sus postulados pueden ser tildados de marxistas, no había otros principios posibles a contraponer a los abusos de las oligarquías locales. 

Al principio se vio con buenos ojos esta teología desde Roma, pero pronto se estrechó el cerco sobre ella. El Papa Juan Pablo II ordenó al entonces cardenal Ratzinger - hoy Benedicto XVI - investigar y rebatir sus postulados desde la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe. Muchos sacerdotes sufrieron las consecuencias del celo vaticano y otros tantos abandonaron la Iglesia católica. 

A finales del siglo XIX la respuesta del Papa León XIII a las tensiones sociales vividas por las explotadas masas obreras de la Revolución Industrial fue la encíclica Rerum Novarum, defensora de los derechos de los trabajadores y de los valores del socialismo utópico. Sin embargo, casi un siglo después, la respuesta a un movimiento renovador e igualitario surgido dentro de la propia Iglesia fue la mordaza y la excomunión.

No todo lo relacionado con esta teología es digno de alabanza, ya que algunos sacerdotes se adhirieron a la lucha armada o quisieron hacer más política que religión. Pero en general fue y sigue siendo un modo de entender el marco histórico intentando ayudar a los más débiles, dejando de lado cuestiones puramente religiosas para centrarse en los valores éticos y morales que permitieran liberar a esos desfavorecidos y dignificar su vida en la tierra, sin esperar a una hipotética salvación eterna en el más allá. En definitiva, se dedicaron a trabajar en el más acá.

Hay varios teólogos de la liberación con suficiente bibliografía para entender su doctrina (Boff, Restrepo, Tamayo...), aunque en ocasiones resulta farragoso y hasta aburrido. Por eso recomiendo la lectura del libro "Descalzo sobre la tierra roja. Vida del obispo Pedro Casaldáliga". Es una publicación breve y sumamente fácil de leer sobre la vida de este admirable claretiano que desde su obispado de Sao Felix do Araguaia en Brasil lleva cuarenta años luchando contra terratenientes, militares, oligarcas y curia vaticana. Leyendo sus logros y desventuras se percibe con claridad cuál es el fin último de la teología de la liberación: primero la persona y su dignidad, después ya vendrá la evangelización si se quiere. 

A todos los asesinados o represaliados por defender esta teología, mi más profunda admiración.

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