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Wernher Von Braun, un genio manchado

Wernher Von Braun, un genio manchado

Wernher Von Braun es el responsable máximo de que el hombre llegase a la luna gracias al cohete Saturno V y, también, de los misiles V-2 que los nazis lanzaron sobre algunas ciudades aliadas en los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial. Vamos, que el señor Von Braun fue un actor principal en dos de los hechos más relevantes del siglo XX. ¿Cómo es posible?

Porque la doble moral es tan inherente al ser humano como su afán de superación. El joven Von Braun se doctoró en ingeniería en Berlín y pronto dedicó sus esfuerzos al diseño y construcción de cohetes dentro del ejército alemán. En 1937 se afilió al partido nacionalsocialista y dispuso de recursos ingentes para desarrollar su trabajo. Hitler, entusiasmado por los cohetes que Von Braun diseñaba con fines bélicos, ofreció la planta de Mittelwerk para la fabricación del más increíble y moderno de sus misiles: el V-2.  El problema radica en que la mano de obra usada en Mittelwerk era esclava, procedente de campos de concentración, y se estima que al menos 20.000 personas murieron en condiciones infames para lograr esta empresa.

Los misiles V-2 empezaron a lanzarse a finales de 1944 causando el pánico en Londres y Amberes principalmente, ya que eran indetectables hasta que impactaban en su objetivo. Afortunadamente, la guerra tocaba a su fin y Alemania se hallaba muy debilitada, porque la increíble arma diseñada por Von Braun era tan superior a ninguna otra utilizada hasta entonces, que de haber sido fabricada uno o dos años antes podía haber decantado la guerra hacia el lado nazi. Las bajas causadas por los V-2 se sitúan alrededor de las 6.000, a las que sumar otras 20.000 en su fabricación.

Los aliados, mucho antes de finalizar la guerra, en su avance hacia Berlín, dedicaron denodados esfuerzos en capturar a Von Braun y a su equipo. Se inició por aquellas fechas una carrera entre rusos y norteamericanos por obtener los conocimientos y el material de los genios alemanes. Finalmente, vencieron los norteamericanos, fundamentalmente porque los ingenieros alemanes no deseaban caer en manos rusas ni hartos de vino.

Y aquí es donde se produce el repugnante (no obstante, lógico) capítulo del perdón y el olvido a cambio del conocimiento. Wernher Von Braun y otros cien ingenieros alemanes son seleccionados y embarcados con destino a EEUU para dar el pistoletazo de salida a la Guerra Fría, en su versión Guerra de las Galaxias, con el mejor equipo posible.  A partir de entonces trabaja para el ejército norteamericano, primero, y después para la NASA con los mayores éxitos y reconocimientos.

Como curiosidad, diré que Henry Kissinger, el celebérrimo secretario de estado de EEUU durante las presidencias de Nixon y Ford, fue uno de esos oficiales del ejército norteamericano encargado, en su caso, de atrapar miembros de las SS en los últimos dias de la guerra y durante las semanas siguientes a la rendición alemana. De modo que en esas fechas de 1945 Kissinger y Von Braun coincidirían, uno en cada bando, en Alemania; y años después, en 1969, ambos volverían a coincidir, esta vez los dos en el mismo bando, en el extraordinario logro de la llegada del hombre a la luna, uno como consejero de seguridad nacional de la administración Nixon y el otro como director del programa de cohetes espaciales de la NASA. 

Dada su celebridad, se le recordó en varias ocasiones su pasado nazi e incluso él mismo reconoció haber conocido las terroríficas condiciones de trabajo de la planta de Mittelwerk. Sin embargo, nunca pagó por sus pecados. Todo lo contrario, obtuvo la nacionalidad estadounidense en 1955 y disfrutó de una larga vida junto a su familia llegando a las cotas más altas con aquello que había soñado desde pequeño: los cohetes.

¿Y los 20.000 muertos de Mittelwerk? ¿Cuántos insignes ingenieros, científicos, músicos o escritores había entre ellos? ¿Cuántos podrían haber tenido una carrera igual de exitosa que Von Braun en sus respectivos campos? ¿Un solo hombre a cambio de veinte mil? ¿Veinte mil hombres a cambio de la luna? ¿Cuánto vale la vida de un hombre? La remilgada moral nos dice que la vida de un hombre no tiene precio, su valor es inconmensurable. Sin embargo, la Historia se encarga de contradecir a la moral una y otra vez. Sobre todo, porque nunca, o casi nunca, es ese mismo hombre el que establece un valor determinado a su vida, sino que suelen ser otros hombres, mucho más rácanos, los que valoran el precio de su vida. 

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