El silencio: un bien escaso
Cada vez es más difícil disfrutar del silencio. Siempre hay alguien o algo que lo rompe. El ruido externo es molesto, pero no agobiante. Escuchar al camión de la basura en plena noche sobresalta la primera vez, en adelante te acostumbras. Sin embargo, las interpelaciones continuas de la gente que te rodea son realmente exasperantes. Te pasas el día entero siendo interrumpido por gente que te importa un huevo o, en el mejor de los casos, compartes algún asunto profesional de "ineludible" conversación.
Esa constante violación del silencio se agrava por el dichoso teléfono, ya sea el fijo, el móvil personal o el móvil de empresa. Las nuevas tecnologías son acojonantes, avances de la leche; pero a veces pienso que todas están encaminadas a jodernos nuestra intimidad.
¿Cuántas conversaciones a lo largo del día son medianamente interesantes? ¿Cuántos interlocutores nos sorprenden con algo ingenioso, novedoso o interesante? ¡Poquísimos! Además, muchos lo hacen sin la más mínima educación, importándoles un bledo lo que estés haciendo. Ya puedes poner tu cara de "¡Imbécil! ¿No ves que no me interesa lo más mínimo lo que me estás contando?" A ellos les da igual. Ni se enteran, ni se quieren enterar. Evidentemente, en el 99% de las ocasiones te abordan con estupideces.
El silencio es tan reconfortante y relajante, que debería sancionarse a quien lo rompiese injustificadamente. Cuando uno está con sus pensamientos, sus análisis, sus ensoñaciones debería colgarse un imaginario cartel de "No molesten" y ser respetado por todos.
El silencio no tiene porqué significar la ausencia total de ruido. Se puede estar perfectamente en silencio escuchando música, el oleaje del mar, la brisa sibilante del atardecer o el rumor de varias conversaciones entrelazadas en una plaza. De hecho, el silencio absoluto es sobrecogedor y, según las circunstancias, hasta da miedo.
Y se puede estar perfectamente en silencio en compañía. No hay mejor prueba de la complicidad entre dos personas que su silenciosa comodidad. Ese silencio en el que hablan las miradas y las caricias.
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Carlos -
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Mª del Mar -
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